Quererte así, beberte a gotas
Rubi, Babasonicos
Sol de sierra y la cerveza abriendo pesares que no existen más allá de sus burbujas. Alguien, que no es Oriana, Colombina, o la que escribe, se sienta en la silla y presiente burbujas que erizan pelos. Burbujas enfrascadas en frascos que tienen boquillas que se besan con labios que reciben burbujas que se envasan en frascos y con tantos frascos nadie se siente incómodo. Hay un sonido burbujeante de la cerveza que se mezcla con la piel que no quiere ser más. Ella se sienta sin desesperación por moverse, es la desesperación de la silla. Desde que los objetos se desesperan de su quietud, las cosas ya no burbujean como antes o, más bien, las burbujas ya no son objetos móviles sino mensajeros que llevan los deseos de movilidad de cosas quietas.
Tomarse una cerveza es escuchar burbujear la desesperación por la quietud de objetos que ahora se saben inmóviles.
Tomarse una cerveza es escuchar burbujear la desesperación por la quietud de objetos que ahora se saben inmóviles.