sábado, 3 de diciembre de 2011

El rapto de la consciencia. Tardes de Boyacá


Todo es un poco húmedo y gris a las cinco de la tarde en esta montaña de los Andes. Antes de que el sol desaparezca por completo se colan los últimos rayos, dan la ilusión de ser dos lunas que se reflejan en los pozos de un agua azul como el amor y la muerte. Aunque esta última puede ser naranja y amarilla por frenética. Yo respiro azul o gris, el aire enrarecido que viaja frío desde los pozos hasta mi pecho, se cola en tus orejas, lo atrapas cuando inhalas y me lo devuelves, entonces siento ganas de morir. Tenemos los ojos amarillos de tantos dioses y loros gente, ranas gente, murciélagos gente, hasta los escorpiones se levantaron y se fueron cogidos de la mano. Ya no me reconoces, no sabes si soy gente. Podría ser una bruja de esas que se esconden en las cuchillas de las montañas en estas humedades esperando que caiga el sol. La tierra suda y a mí me dan ganas de vestirme de pez y hundirme en los pozos azules para siempre. Contemplamos el fallecimiento del sol, la noche nos devuelve los colores y las realidades resignadas. Nos reconocemos. Al frente tenemos tres pozos construidos durante la Colonia, varias montañas y algunas ranas que no vemos pero que croan en los espacios negros de los pastizales. Nos esperan en el jeep, la noche se hace tiempo y nosotros nos volvemos gente. 

viernes, 11 de noviembre de 2011

A propósito de los golpes a Margarita.

Escucho con atención muchos de los comentarios que, a veces, alguno de los hombres hace con descuido y sorna, como cualquier confidencia de lo insignificante. En esos momentos me diluyo, dejo de ser, yo, la mujer, la antropóloga. Me convierto en la grabadora de voz, no acierto si quiera con los gestos básicos de empatía o rechazo, soy una autómata.
Los comentarios sobre sus mujeres, sobre la educación, los golpes y los chismes. Sus mujeres, cacatúas dibujadas y castigadas inundan los paisajes de las habitaciones donde sucede lo nuestro, las preguntas y descripciones. Yo registro. No hay indignación, molestia, furia, no hay nada. Mucho después comienza, cuando escribo este texto. Mi rostro se congestiona de una molestia ausente, un testimonio de alguien que no estuvo allí, la queja sorda de una mujer diluida. 

jueves, 24 de marzo de 2011

Regresos


“Every minute I stay in this room, I get weaker, and every minute Charlie squats in the bush, he gets stronger. Each time I looked around the walls moved in a little tighter”.  
Willard en: Apocalypse now (1979)


Abro los ojos y simulo desorientación. Esto es, saber dónde estoy y preguntarme durante el entre sueño si no estoy en otra parte. De todas formas me levanto. Es difícil. Toco las piernas para asegurarme de que las llagas se encuentran ahí. Todo sucedió, no fue un sueño. Evidentemente todo ya acabó. En cuestión de días las llagas desaparecerán y olvidaré lo que las piernas son capaces de hacer. Podría prolongar la sensación de poder (de poder hacer lo hasta ahora imposible, arrastrar bajo la lluvia durante varios días el miedo y la rabia, hasta el cansancio. Todo sin saber por qué exactamente). Una prolongación... podría ejercitarme, arrodillarme en misa, arrastrar mis muebles... no sé, simular que estoy en otra parte. Irremediablemente cada minuto que pasa mi cuerpo, mis piernas, olvidan lo que pueden llegar a ser (y a hacer).
Me pongo de pie después de susurrar cada uno de mis movimientos -sentarme en la cama, hacer a un lado las sábanas, poner los pies en el suelo, observarlos, ponerse en pie, observar la puerta de la habitación, suspirar, dirigirse en pasos inseguros hacia la ventana, afán por observar la ciudad-. Con la punta de mis dedos hago bailar la cortina. Observo a través de la ventana en el vaivén del velo. Es de día, la ciudad es diferente, ya no es lo mismo, cambié con ella. Todo es el simulacro de algo que está en otra parte y, conforme olvide aquello que sucedió, el simulacro se impondrá en certeza, entonces las llagas desaparecerán

martes, 22 de marzo de 2011

Las líneas. Constancia Semántica

Las niñas corren de aquí para allá mientras saborean bombones, saltan, aman, qué niñas! Las líneas las dibujan desvalidas, tristes y pobres líneas que deben rehacer todo a cada instante con tanta algarabía. Dibujan y desdibujan, dibujan triste acá y las niñas estallan en carcajadas que manchan la vida entera por allá. Hay que borrar y rehacer, dibujan débiles por allá a la vez que las pequeñas se elevan en bombas de mascar mientras levantan casas, troncos, techos por acá.

Las niñas se casan con niños fuertes y sonrientes que las líneas también tienen que desdibujar. Tienen niños y niñas que son desdibujados a cada instante y, aún así, los niños y niñas ríen casi de forma histérica. Hay tantos niños y tantas niñas, un alboroto! Las líneas igual, dibujan todos los días, sin descanso, débiles criaturas que se colan en televisores, radios, casas del centro de la ciudad, esas pobres líneas, dibujadas no saben qué más pintar.

martes, 1 de marzo de 2011

Cerecitas

Martín está viendo el cerezo desde hace una hora. Se divierte observando su baile con el viento. Solo lo observa, no lo desea, pareciera que las cerezas lo supieran y se esforzaran en sus movimientos, es que, quién no desearía ser comida y explotada entre los dientes de un infante como martín? Martín las mira de reojo desde la sala de estar de la casa, apoya sus manos sobre el rostro como si su mente estuviera impulsando el viento que hace bailar al árbol. Esas pobres cerezas van a morir de tanta desesperación. El chiquillo se aburre y se va a jugar con sus carritos. Las cerezas no paran de sonreír y es que, con o sin público, el baile debe continuar. Cuando el patio queda sin luces y los sueños de los que viven en la casa resoplan con el aire en diminutas corrientes arremolinadas, las cerezas comienzan a explotar.Imaginan que Martín es un pájaro, un gusano, lo imaginan insecto con centenares de pies y antenas. Lo desprecian para morir con un poco dignidad. Aguantan la respiración y pujan como si fueran a dar a luz. crecen uno, en algunos casos dos centímetros antes de reventar. En la mañana todo es sangre, se ven sus cuerpos mutilados bajo el cerezo, el aroma a muerte se confunde con el arrullo de un par de gorriones. Martín los escucha, abrió los ojos al amanecer. Aguarda paciente tomando un poco de té. Sorbe como si bebiera un poco de felicidad cada vez. Observa el cerezo. Se mueve lentamente, balancea sus pies con calma, espera que su padre vuelva de la ciudad e instale el balancín prometido en el árbol. 

miércoles, 5 de enero de 2011

Esperando Instrucciones I

Un lápiz sentado frente al escritorio de una oficina del centro, mirando por la ventana. No trabaja ahí, solo está de paso. Como pasa siempre, cuando está de paso, no sabe muy bien qué hacer, qué escribir y qué borrar, solo hace garabatos y se sienta, pasmado, esperando instrucciones.