Leo un documento escrito en el
2005. Hojas blancas con letra diminuta que imprimí así para ahorrar papel.
Creo paisajes:
Colores vivos en verde, gris,
tierra. También están las casas hechas en bahareque que huelen a humedad.
Entonces se viene el calor y el olor de selva, el sonido de los grillos y los
zancudos, 32 grados, hay gente sudando, pero yo sudo más.
Silencios, gritos, rumores. Dicen que hay una
lista.
La crueldad se esconde tras los
arboles, está a punto de nacer y nadie quiere ser testigo. Los que están en la
lista no se explican el porqué de su aparición, están desconcertados. Los que tienen
carro se llevan a la gente a otros pueblos. Los que están viejos dicen que no
se van porque no le deben nada a nadie y claro, porque no están en la lista. Todo
esto ocurre en una noche clara por la luna llena.
En estos paisajes los pueblos
quedan desolados, solo quedan los perros y las gallinas. La gente se aleja
observando su casa por última vez, sus cultivos, sus proyectos, y es que todo
está en el territorio donde nacerá la crueldad, algo se les queda en la piel
mientras se van.
"Pero por dios!" pienso levantando la mirada.
Observo mi reflejo en la ventana,
Mariana está en la oficina del lado tomando un tinto y Julieta imprime un
informe,
yo estoy muy lejos.