martes, 1 de marzo de 2011

Cerecitas

Martín está viendo el cerezo desde hace una hora. Se divierte observando su baile con el viento. Solo lo observa, no lo desea, pareciera que las cerezas lo supieran y se esforzaran en sus movimientos, es que, quién no desearía ser comida y explotada entre los dientes de un infante como martín? Martín las mira de reojo desde la sala de estar de la casa, apoya sus manos sobre el rostro como si su mente estuviera impulsando el viento que hace bailar al árbol. Esas pobres cerezas van a morir de tanta desesperación. El chiquillo se aburre y se va a jugar con sus carritos. Las cerezas no paran de sonreír y es que, con o sin público, el baile debe continuar. Cuando el patio queda sin luces y los sueños de los que viven en la casa resoplan con el aire en diminutas corrientes arremolinadas, las cerezas comienzan a explotar.Imaginan que Martín es un pájaro, un gusano, lo imaginan insecto con centenares de pies y antenas. Lo desprecian para morir con un poco dignidad. Aguantan la respiración y pujan como si fueran a dar a luz. crecen uno, en algunos casos dos centímetros antes de reventar. En la mañana todo es sangre, se ven sus cuerpos mutilados bajo el cerezo, el aroma a muerte se confunde con el arrullo de un par de gorriones. Martín los escucha, abrió los ojos al amanecer. Aguarda paciente tomando un poco de té. Sorbe como si bebiera un poco de felicidad cada vez. Observa el cerezo. Se mueve lentamente, balancea sus pies con calma, espera que su padre vuelva de la ciudad e instale el balancín prometido en el árbol. 

No hay comentarios: