jueves, 25 de septiembre de 2008

Conjuros

Aurelia caminaba por el puente. La cosa era sencilla. Bastaba un pequeño despliegue de habilidades físicas “encaramarse” en la baranda y luego, sin pensarlo, saltar. Lástima que sólo tocarla le produjera palidez, náuseas, mareo y sudores fríos.

Un joven murió hace poco en ese mismo puente. Saltó porque los sueños no lo dejaban vivir. Saltó con un gallo muerto que lo acompañó durante todos los ritos que hizo el último mes. Le debía dinero a un corredor de apuestas aficionado a la brujería, pero como el suicida con miedo a las alturas, este intento de brujo temía las consecuencias de cualquier hechizo. La deuda quedó saldada con un par de ritos del chico y él se murió de desesperación onírica.

Aurelia llegó donde la bruja Beatriz. Era una anciana toda amor. “es mi culpa” dijo al ver el rostro de Aurelia. La invitó a pasar y le pidió que se recostara en una camilla que estaba en el centro de la habitación.

Pasó sobre su frente unas hojas de sándalo humedecidas en agua y siguió disculpándose. Aurelia enrojeció, las lágrimas se le confundían con humedades herbarias y el cuerpo se le comenzó a enfriar. “me está asesinando señora” susurraba sin fuerzas y pálida. La anciana, toda amor, le decía al oído “te amo, discúlpame”. El cansancio la venció y perdió la conciencia.

Cuando despertó, la anciana le ofreció una taza de chocolate para recuperar la energía perdida. Le pasó un papelito con un hechizo que debía repetir cada vez que sintiera ganas de lanzarse de un puente. Aurelia la observó desconfiada.

-borré tus recuerdos- dijo dándole la espalda.
-yo lo recuerdo todo- Aurelia sin darle crédito
-claro, pero no igual que siempre. Acabo de borrar tu forma de recordar. Acabo de destruir el mundo que traías antes de cruzar la puerta- Aurelia sonrió y se fue.

Cruzando el puente recordó que un gallo saltó de él con un chico la semana pasada. Un gallo saltó con un chico que era todos los chicos y todas las chicas. Un gallo invitó a saltar a la humanidad de un puente, porque la humanidad nunca salta bien. Sonrió y se fue dando golpecitos en la baranda mientras tarareaba “los pollitos dicen pio pio pio…”

1 comentario:

Juan Victor dijo...

muy bonito este texto. el hecho de que a alguien los sueños no lo dejen vivir hasta parece un mensaje esperanzador. ni que decir del gallo y de que se pueda olvidar no los recuerdos sino la forma de recordar.

realmente te felicito por este fragmento de letras.