Cuando la noche les quita los nombres, en las mañanas caminan como si el suelo no fuera un lienzo. Pierden sus puntas y minas y despiertan con pies. Miran asombrados hacia el suelo inscripciones que les parecen jeroglíficas. Las carnes se les hacen pesadas y blandas. Envejecen sin saberse, no saben de sus pérdidas.
Aurelia sin nombre.
Aurelia sin nombre.
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