sábado, 13 de septiembre de 2008

Entre cosas

A veces pienso. Es extraño, pero a veces sucede, a veces, y sólo a veces, pareciera que esa artimaña de la modernidad pasa. Hablo de esa ficción de que la emoción puede separarse de la razón, como bloques de legos reunidos, rearmados, reagrupados, separados por un infante, pero en este caso al interior de un espacio imaginado de una cabeza imaginada.

A veces pienso sin odio. Porque odio bastante. Y me rio cuando lo acepto. Odio fugazmente, luego sonrío murmurando “or, or, or, deja de odiar tanto, deja de imaginar a las secretarias cayéndose, al idiota del iphone en el cartucho muerto de pánico, diciendo aló, papá? No sé donde estoy pero no me gusta, al primermundista muriendo de sed de exoticidades en plena conferencia de peñaloza”.

He comenzado a pensar, porque he comenzado a sentir. Es extraño también, como si esa ficción de los dos edificios miniatura al interior de una cabeza imaginada realmente se sucediera. Siento a punto de dormir, siempre en el entresueño, agotada, siempre cuando las cosas comienzan a volverse líneas y formas que arbitrariamente se suceden y luego se quedan sin memoria, y ahí, justo cuando está comenzando a hacerse un sueño, a media noche, llega algo como subiendo unas escaleras, golpeando con fuerza cada escalón, algo tan poderoso que me despierta y me deja con el corazón en la boca. Son recuerdos de cuando sonreía. Son recuerdos que se habían olvidado y ahora invaden espacios que siempre olvido, como los sueños o las citas médicas. Y se me vienen como si no pensaran, como si bajaran las escaleras de un edificio hecho de pura emoción y organizaran una marcha a alguna suerte de Plaza de Bolívar mental.

Entonces, ya con el sueño espantado, con el genio de malas, porque con el sueño espantado el genio siempre se emberraca, me quedo pensando, qué fue lo que pasó y por qué mi corazón y unas escaleras se me vienen a media noche.

Colombina dice que uno no puede creer que borrar es solo espichar delete. Ella siempre quedó sorprendida con eso de “ahhh, embarazaste a una chica, no? Entonces se me olvidó tu nombre, se me olvidó cómo llegar a tu casa, a tu cama, se me olvidaron tus pasos, las madrugadas, y todo eso que pierde nombre mientras te borro”. Aurelia, que bien sabe de mis odios, porque ella es un pequeño odio hecho con el más sincero de los cariños, dice que la cosa no es tan sencilla, porque antes de borrar primero vino una etapa de odiar. Dos meses de “te detesto y a tu progenie”, dos meses con sesenta noches, hasta que el sueño me venció y la cosa se olvidó por completo. Hasta hace pocas noches.

Después de pensar un poco, sobre las chicas y las razones que tienen para decir lo que dicen, concluí que la cosa no es grave. Es una cosa que, como colombina, quiere reconocimiento histórico, que como Aurelia, quiere ser reconocida como alguien maravillosa, sin perder ese aroma despreciable que la constituye. La cosa quiere ser nombrada sin que a mi se me vayan los ojos de para atrás mientras trato de arrancarme la cabeza para derrumbar cualquier construcción de lego. Entonces la cosa ganó su espacio, porque noches en vela no voy a tener.

Si, embarazaste a una chica y te fuiste a vivir con otra. Si, son dos cosas diferentes pero tienen el mismo aroma. Si, pasé noches odiando y en vela hasta que no resistí más y saqué el asunto de mi cabeza. Si, de hecho ya no me interesan, ni bien ni mal, ni en la china, ni con éxito, ya no quiero lo mejor en sus vidas, ni lo peor, me da igual. Pero hubo un momento en que sus cosas fueron vitales, hasta para coger un transmilenio, en realidad fueron varios, con sus noches, y sus días, y las nubes, y los deseos, y los cigarrillos, y los jugos de guayaba, y los pies fríos en la cama, y las estructuras de la economía y todo lo demás que tenía ese aroma a las cosas. Por un momento fui pura emoción, como en un edificio inventado, construí para toda una eternidad un libreto. Si, debo dejar de decir “me lo creí”, porque yo lo inventé, siempre supe su naturaleza. Porque además existe y sube escaleras como corazones que escalan hasta la boca a media noche. Pero, y aquí es donde la cosa se pone oscura, la gente existe. El problema de estas cosas es que siempre quieren protagonismo y yo no tengo la suficiente concentración para andar detrás de esas cosas, a mi me distrae hasta la caja de aguardiente en la mesa del lado de la ventana del cuarto piso de un edificio de la caracas con 39 que tiene la cortina meciéndose por el viento y probablemente a algún borracho privado de sueño a sus pies, porque a los borrachos las cosas no les quitan el sueño.

Digo que las cosas no son tan graves porque en el fondo las cosas cambiarán con los años, se modificarán, se reactualizarán, se podrán leer de manera diferente a medida que hayan nuevas cosas –inventadas o reales-. Entonces no nos afanemos cosas. Dejemos las cosas como están y con nombres, así, con libretos eternos y edificios imaginaros, pero no nos dañemos los sueños, no nos inventemos cosas que no son, no nos olvidemos de los hijos y de las esposas, ni de los daños ni de los gritos, ni los floreros voladores ni de las otras cosas que ahora si pueden decirse porque ya no importan.

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