lunes, 20 de octubre de 2008

El día veinticuatro

"otros vendrán, otras personas me superarán en la misma línea y me atrevo a adivinar que algún día el hombre será conocido como una multiplicidad de forasteros, independientes, incongruentes y polifacéticos."1

R. L. Stevenson.


Los caminos intestinos de la conciencia se dibujan en las noches húmedas del invierno sabanero. Certeza de que lo que viene nunca viene, porque lo que viene se espera y lo que se espera llega en la forma y en el momento menos esperados. Así nos adelantemos a su inevitable transformación, lo esperado nos sale de vuelta sorprendiendo las más intensas reflexiones sobre posibilidades inesperadas. Sobresaltos que por su puesto, sólo las explicaciones divinas pueden acallar.

Certezas que se abren paso por caminos intestinos y uterinos. La vida tambalea cuando mi útero lo hace. Revaluando el mundo cada veinticuatro días, un ciclo anormal y abundante que me deja en caminos corporales que reevaluan existencias impersonales.

Colombina inauguró el ciclo con un lloriqueo que cobijó las certezas. Cubiertas con sangre, la amalgama se derrama sobre la piel haciéndome temblar por el placer de lo desconocido. Un placer enfermo que se incrementa con la certeza de que todo cuanto hay es abordable y preguntable, es impredecible e inesperado. Es un placer que, como cualquiera de los días veinticuatro, me da la libertad de actuar en consecuencia de mis certezas. Es el placer sanguíneo que se derrama y confunde entre mis piernas y dedos con las humedades de la sabana en invierno.

1.
STEVENSON, R. L. Dr Jekyll y Mr. Hyde. Instituto Distrital de Cultura y Turismo -IDCT-. No. 27, Octubre. Bogotá. 2006. pág. 117

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