jueves, 9 de octubre de 2008

Literatura de burocracia

La estupidez de la pregunta la tenía al borde de explotar. Aurelia no explotaba en realidad, su forma de explotar era pronunciar algún tipo de palabras graves y sin sentido. Saldo, vicio, negligencia, demanda, sistema, Estado. La médica, que estaba hecha de acero, insistió, te sientes triste o feliz al despertarte. No me siento. Pequeñas carcajadas y miradas que cruzamos con ori. Las mañanas son conversaciones cortadas, imágenes y deseos, y manos que se alzan y piernas que se aprietan, son luces nocturnas y palabras que se olvidan, y manos que se mueven y se sienten y se saben y buscan de manera desesperada un reloj, una idea, que no sean las dos, que no sean las dos, y siempre son las dos.
Carajo, y qué se hace ahí. Bueno, aurelita se pone a pensar en sexo. Porque cuando hace eso el cuerpo se le olvida, o se le vuelve cuerpo, la cosa no se sabe muy bien, y a veces, cuando no se sabe muy bien, puede volver a dormir. Pero por lo general se queda como una lechuza iluminando la habitación.

Ori en cambio, después de una pequeña y fugaz sonrisa cómplice, cruzaba la pierna y, apoyada en el escritorio, dando golpecitos a sus cachetitos rosaditos, frunciendo el seño detrás de sus eternas gafas, que estaban enmarcadas por flequillos de cabellos rojizos que salían azarosos de su mal peinado, decía que la pregunta no estaba bien construida.
Uno se siente pesimista dependiendo de muchas cosas, el clima, por ejemplo, en bogotá, siempre es un factor vital. El cambio de clima cambia la visión del mundo. La médica igual de impenetrable. Y en bogotá eso quiere decir que uno en un día tiene muchas visiones sobre el mundo.
Mierda después de un charco.
Infiernos helados de madrugadas ensoñadas, porque en las madrugadas ni el más poderoso frío sabanero puede quitarnos los ensueños, salvo por los charcos.
Que cosa tan espantosa y sofocante, que rutina tan asfixiante la de las tardes soleadas con bebé llorando en un bus enfrascado en un trancón en la séptima.
El momento esquizofrénico sombra/luz: sol solecito de la súplica por entrar de nuevo al mundo de los buenos, de los cielos, cuando, en las sombras, el frío hiela./ Horripilante verano que quema cachetes y brazos y carajo el bloqueador, y que camino tan largo y sudores de piernas y dedos y esto tiene que deshidratar una sombrita por favor.
Y por supuesto, el mundo porquería de las granizadas y las inundaciones de las calles como ríos en subienda.

La señora observa su reloj cuando ve que nos asentamos en posiciones varias y nos quedamos cómodas en ellas. No entendía porqué estábamos ahí, sacó un papelito remitiéndonos a una asistente en moda bogotana, asesora en sombrillas, chalecos, camisas cortas y otros varios, junto a una serie de ejercicios nocturnos que de seguro nos dormirían hasta el medio día del día siguiente.

Hasta yo tuve ganas de insultarla y lanzarle el estetoscopio en la cara. Aurelia prosiguió con palabras graves,
mire señora, yo no soy una (palabra esdrújula) víctima, y
no por eso usted tiene que ignorar mi caso. Hágame el favor y me llama a una doctora de verdad antes de que acabe este hospital a demandas.
Salimos por la puerta de atrás, por supuesto, después de ensoñar un rato en la sala de espera.
Que porquería de sistema, refunfuñaba la vulgarcita. Es que se inventan individuos y los hacen enfermos y depresivos, pero no los curan, que cosa tan macabra, decía la despeinada. Acostadas, enrojecidas, frías por la hora, dos de la mañana, escuchamos a ori leer en voz alta la Balada del Pajarillo, por fin, después de tanto, pudimos descansar.


1 comentario:

Fernando Ramos dijo...

Desculpe, mas sou uma porta com espanhol. Não consegui entender o texto.

De qualquer forma, obrigado pela visita na Coluna Fantasma!