viernes, 24 de octubre de 2008

Horas

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, salto, ojos pelotas, ancianos que me observan de madrugada como a una plantita que hay que enderezar de vez en cuando. ¿Cómo va todo? todo va muy bien, muy bien, saltando, jugando, como si las palabras fueran dulces que se comen de uno en uno, sol, bus, ocho, nueve, diez, saltito, mil doscientos, ballenas, ensueños, calles, pablo sexto, ascensor, nada de nada, ballenas tristes y timbre. Llegué. Llegaste? Si, llegué. Sonreímos.
Once, once y quince, once y veinte, once y media, dos mil cuatrocientos, qué calor, bus, calle, timbre, carreritas, mascaras, pinturas, mira que sombrerito tan lindo Lerner, ¿por qué Lerner? Porque Lerner es el gato ese que hiciste en cerámica que no es Pink, y hoy estás muy Lerner. Vamos, ve, pregunta, pasa, corre, por qué no dijiste, por qué hiciste, sonrisas, caminos, pelucas, esa rosada, la de Cruela, yo soy Cruela y tu un dálmata, ¿y la pera? No, yo no soy pera, yo soy manzana.
Doce, una, dos, dos y media, platanitos, qué calor, arbolitos de navidad, Lerner y sus dedos y Lerner piensa que la navidad siempre es algo que se adelanta al día de brujas, semáforos, pasa la calle Lerner, supermercado. ¿Dónde están las cosas de fiestas? Allá, en los árboles de navidad, que tragedia. Nooo, mira Lerner, allá hay disfr-
perdón señora, ¿la empuje? Eva que mira mis ojos torpes que miran que la señora que empujaron a las dos y media, y media y quince segundos, antes de los arbolitos, justo en los disfraces, no es una mujer sino Eva. ¡Hola Eva!, le digo. Estoy brava, dice haciéndome tropezar y perdiéndose en anaqueles, deshaciéndose en mis cansancios de dos y media y saliendo y dando la espalda a mi espalda que deshecha se pierde en anaqueles en filas que dejan entrever a los ojitos de Lerner que buscan a Cruela y su espalda deshaciéndose.

Tres, tres y quince, estoy de mal genio, Lerner en silencio, es que se fue, Eva se fue como si, como si, Lerner que se calla, y hace esas cosas que hace cuando calla, Lerner que no escucha, tres y veinte, pero no entiende, es que Eva se fue como si nunca la hubieran echado del paraíso, que problema siempre con eso y el paraíso, tres y cuarenta, pasa la calle, allá hay una tienda de disfraces, no, dice el tendero, tres cuadras abajo y dos al lado, no, dice el tendero de tres cuadras abajo y dos al lado, una cuadra arriba y media al lado, no, dice la niña con el turno en la mano de una cuadra arriba y media al lado, allá, detrás de la iglesia Lourdes, pero Lerner dice, no, no Cruela, vamos a ver un teatro viejo. Nos quedamos viendo el teatro que adornaban con telarañas, payasos carnavalescos y macabros y caminamos por un helado a la plaza de la iglesia, de chocolate y otro de galletas, y Lerner no aguanta el sol, comienza a derretirse con el helado, sacó entonces su bufanda y la hizo bailar en el aire y puffff las palomas se fueron volando como si supieran que los vientos de la bufanda de Lerner están muriendo de cosquillas.
Cuatro. Va a llover. Lerner me dice que intente mover a las palomas como un Poseidón jugando con aguas. Intento numero uno, palomas que no me respetan, no me temen, bato la bufanda pero cínicas siguen comiendo maíz. Dale otra vez, pero como Cruela, dice Lerner. puffff ¡ai!, ¿viste? ¿Viste? Se fueron todas, pero todas, si Risitos de oro, me dice Lerner, mira allá hay una tienda de pelucas, vamos antes de que un defensor de palomas nos arroje maíz. Cuando cuesta esta? Y esta? Y esta? 20, 30, 50 mil pesos. Y esos bigotes los hacen con qué? Con pelo de verdad. Cuatro y quince. Mmmm, Lerner se queda mirando al niño que le cortan el pelo, ¿ud vendió su pelo?, le pregunta, Si, responde, y miramos y tocamos los ramos de pelos destinados a bigotes y barbas falsas, ¿cuánto tiempo? Insiste Lerner consternado. Cuatro años responde el niño con los ojos raros, ensombrecidos, raquítico casi a punto de quebrarse recibe el dinero y nos mira como pensando que sus pelos van a ser nuestros bigotes el 31 de octubre, y que vergüenza Lerner, pobre. Si, pobre. Calles y a dónde vamos. Vamos al centro. Pero caminemos hacia el norte, mientras tanto. Pero sólo mientras tanto, cuando pase un bus vacío dos mil cuatrocientos y para el centro. Cuatro y media.

Estuve alguna vez en esa clínica. ¿Vamos? mmmm, no sé Lerner, no creo que nos dejen entrar, qué calor. Bueno, vamos. Pero pon cara de serio, bueno, vamos, con caras de palomas. Queremos una cita, esperen, esperen allá sentados con los ancianos palomos que leen revistas y se visten de gris y miran a los chicos, que joven me siento Lerner, ¿de qué año es esta casa? Tiene pinta de ser de los cincuenta, le pregunto por qué y me muestra las escaleras encaracoladas y un parque interior. Cuatro y cuarenta y ocho. La enfermera se demora, dicen las gafas asomándose. Bueno muchas gracias, pero no podemos esperar, dice Lerner sudando. Que casa tan fea, para morirse de depresión, si, rara y fea, y nos hizo pasar la calle, si, pero mira, ahí hay un parque, no veo, ven vamos, dice Lerner. Bueno vamos. Eso es una iglesia Lerner, río, río cansada, río ensoñada, pero Lerner, sin reír, hablando en serio, así ría, por aquí hay un río, y un parque ahora que recuerdo, Lerner me mira con cara de desconfiado, ¡si!, por ahí, ven, pero es una montaña, como en salida de campo, cuando uno ya está muerto de tanto caminar dicen aquí comenzamos a subir, Lerner abre los ojos, tremenda montaña, bueno subamos. Sentados, sudados, cansados, cinco de la tarde y la ciudad. Esas pequeñas personitas hechas de sombras grises que se mueven en edificios que se construyen de sombras, por sombras. Acabamos dos cigarrillos. Cinco y media, vamos, vamos Risitos. Me duelen las piernas Lerner, pasemos la calle, dice Lerner, ahí hay una galería que quiero mostrarte. Bueno, vamos. ¿Has visto un lugar en la séptima que se llama pussycat? Le pregunto, Si, claro, y eso ¿qué es Lerner?, tu que eres gato sabrás. Un rumbeadero y pues, porno, mucho porno, todo el mundo sabe, dice con cara de gato que se las sabe todas. ¿todo el mundo? Yo no sé, le digo. Lerner dice que el artista de la galería si sabe, pero él no es todo el mundo, además su obra parece un inventario de alguien de la ilustración, de alguien medio científico medio alquimista, alguien como Colón, medieval en plena ilustración. Río, río. Cinco y cuarenta y nueve, vamos. Bueno, aunque en serio parece un alquimista con dibujos de mutis, y si, vamos al Valdez.

Calle, seis y cinco, semáforos, corre Lerner, para Lerner, no quiero más Cruela, dice Lerner, quiero a Risitos, bueno Lerner, pero no seas tan Lerner, ¿qué quieres Risitos? Un jugo de mandarina, y un lápiz, y un cuaderno y que dibujes nuestros disfraces, ¿cómo así “que dibujes nuestros disfraces”? Bueno, entonces yo los dibujo, y Lerner murió de un ataque de risa. Luego le pegué una patadita y resucitó y compró un jugo de mandarina y un sándwich. ¿Una pera? Estás dibujando peras Lerner, yo no soy una pera, yo soy una manzana, por eso, dice Lerner, es el día de brujas, eres una manzana que se disfraza de pera, mmmm si Eva no se hubiera ido le dibujaríamos un disfraz de manzana. Lerner estas bostezando, también tu. Vamos, vamos, ¿vamos? Llegamos, ¿llegamos? ¿A dónde? Al transmilenio Pera, bueno, soy una Pera que se va a su casa. Siete y quince.

¿Pera? Pregunta el teléfono, si Lerner, digo, no he llegado todavía. No se te olvide contar las horas, dice. ¿Para qué? Le pregunto. ¿Viste el reloj en la galería? Si Lerner, ese que iba al revés. Bueno, justamente, me responde, de a ratos es mejor contar las horas por si toca contarlas al revés. No entiendo Lerner y estoy cansada. Descansa Pera, bueno. Ocho, nueve, diez...

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